Cinco marcas mostraron sus colecciones en la semana de la moda de la Gran Manzana.
Foto: Evangelina Bomparola, Adolfo Cambiaso, Maria Pryor, Pablo Ramirez, Marcelo Senra y Laura Valenzuela.
Por Camen Acevedo Díaz para La Nación.
Hay un lujo que la Argentina todavía puede darse, y es mostrar el talento de su gente en la Mercedes-Benz Fashion Week de Nueva York. Si había dudas de lo bueno de la idea, ayer por la tarde se despejaron. Cinco diseñadores y una marca en busca de nuevos horizontes, con la posibilidad de subirse a una de las pasarelas más importantes del mundo, con lenguajes propios y el entusiasmo de conquistar algo tan heterogéneo como el mercado norteamericano, tuvieron su muy buen cuarto de hora en el Lincoln Center.
Veinte minutos, siete pasadas por nombre y un refinamiento ajeno a los clichés con que suelen identificarnos a los argentinos, pese a que algunos de los grandes temas del encuentro fueron el polo -con La Dolfina- y el tango, como acompañamiento de Pablo Ramírez y Laura Valenzuela, que a su manera lo evocó aunque sutilmente, con aires contemporáneos y superfemeninos. Pero lo cierto es que el mate, los gauchos y Evita no dieron el presente.
Así, a sala llena y con un backstage a puro nervio y en espacio compartido, la espera fue larga (nada empieza a la hora señalada, tampoco por acá), pero superanimada. Desde sus casi dos metros de altura, Marcelo Senra se dio tiempo para explicar en detalle cómo trabaja el papel de embalaje, que desarma y teje en cuellos, chalecos y como escotes de vestidos cortos y largos, que mostró con zapatos de Huija, y dio un dato auspicioso: la calle de Nueva York le dijo sí por medio de su hermana Ménica, a quien pararon en varias ocasiones para preguntarle sobre el origen de su ropa y accesorios (entre otras cosas, cogoteras y pulseras en ese material).
En otro rincón, Ramírez explicaba a sus asistentes cómo eran las cosas: primero, a ponerle los zapatos; después, la ropa, mientras la chica de turno se dejaba pintar, arreglar las faldas, colocar el sombrero... de copa, pero tipo bombín. Maestro del retro chic, este diseñador en negro y blanco tan argentino y tan internacional dio otra cátedra de lo que es el buen gusto llevado a su máxima expresión, con amplias faldas al piso en mix de texturas, camisas blancas importantes de mangas abullonadas, más sacos y tops exquisitos, siempre con la cintura en su lugar, como le gustaba a Dior.
Ramírez es otro y es el mismo para La Dolfina, firma con la que dejó boquiabierto a todo el mundo, con equipos blancotabaco y blanco-azul, a partir de los cuales todos los hombres del planeta querrán salir a taquear por los campos. Ribetes de cuero en sacos y camperas en ese material más rodilleras. Muy chic.
Un tema recurrente, el cuero, aunque con miradas muy distintas. Laura Valenzuela lo trabajó con láser en faldas picadas en el ruedo, a lo que sumó la femineidad que la caracteriza en telas y cortes. En tanto, María Pryor mostró que lo suyo es el rescate de la figura, antes con el corset, ahora con un prolijo trabajo de alforzados sobre telas vaporosas y en blanco total. La edad de la inocencia, el mundo mágico y El Principito en chaquetas de cuero, algunas al piso, con recortes.
Más cosmopolita, Evangelina Bomparola se centró en la música (canta, toca la guitarra, la inspiran los sonidos), en siete equipos en negro-nude y negro-marfil y evocó la música disco, pero a partir de lo más paquetón. A bailar, sí, con glam.
Sobre el final, el entusiasmo argentino y el de los invitados. La prensa, bien gracias. Por lo pronto, hubo gente de Vogue, Wy también de la tele.
Pero todavía no llegó el final. El área comercial de la Cancillería, que depende de Luis Kreckler, y el consulado argentino en Nueva York organizaron la participación del grupo en una destacada feria que empezará el lunes en esta ciudad.
Más información en www.mbfashionweek.com
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