Luego de seis años de una persistente depredación de los mercados internacionales por parte principalmente de China, que capitalizó la finalización, en 2005, del Acuerdo sobre Textiles y Vestimenta -sistema de la OMC que reguló desde 1973 el comercio del sector- se han producido importantes cambios en el escenario global que impactan muy favorablemente en el proceso de expansión de las inversiones sectoriales y el crecimiento de la producción y el empleo de la cadena de valor de la agro industria textil y de indumentaria del país.
Entre los factores que mejoran las condiciones productivas de la industria nacional, se destaca el notable incremento del precio internacional de la fibra de algodón, que recientemente alcanzó su máximo histórico. En efecto, desde octubre de 2009, la fibra aumentó un 104% y llegó a cotizar a 3,12 dólares por kilo. Esta marca supera inclusive a los picos registrados durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865).
Por su parte, los precios de las fibras sintéticas y artificiales, insumos sustitutivos y complementarios del algodón, empujados por esta dinámica, registraron incrementos de una magnitud casi tan alta (77% de suba en el último semestre). En ambos casos las políticas internas repercutieron positivamente en el mercado local, moderando el aumento de los precios locales en relación a los valores internacionales.
Las mayores potencias textiles en el mundo no se demoraron en trasladar los incrementos de costos a los precios de sus manufacturas. Como referencia, los precios de exportación de las prendas de vestir chinas se encarecieron un 40% y los hilados de la India duplicaron su valor.
En este contexto, la incertidumbre se apoderó de los mercados internacionales. En China, por ejemplo, además de las subas de precios, se extendieron los plazos de entrega de 90 a 150 días y en muchos casos se están anulando pedidos. Además, en la India (segundo productor mundial de fibra de algodón), como medida defensiva para mantener el abastecimiento de su industria, decidieron suspender hasta marzo de 2011 sus exportaciones de fibra e hilados de algodón. Los cambios en las reglas de juego y la extensión de estas medidas restrictivas dificultan en gran medida la programación de las compras de las cadenas comerciales, que deben recurrir a sus industrias locales para evitar el desabastecimiento de sus mercados.
Los países que, frente a la liberalización internacional del comercio y al avance asiático, desmantelaron sus industrias textiles, como muchos de la Unión Europea, ahora se encuentran en serias dificultades para proveerse de textiles e indumentaria (ante los faltantes en el mercado y la incertidumbre, los precios se disparan). Una alternativa que deberán evaluar en este escenario será la de reintroducir la producción sectorial. “La deslocalización de la actividad industrial y la pérdida de los puestos de trabajo puede ser relativamente rápido, pero la reinstauración de las capacidades tecnológicas, de los saberes y de los oficios puede llevar décadas para desarrollarlos plenamente”, sostuvo el Presidente de la Fundación Pro Tejer, Pedro Bergaglio.
“La continua inyección de millones de trabajadores asiáticos al mercado que provocó un mayor consumo de recursos naturales mantenía latente la expectativa de un crecimiento de la demanda de algodón, la cual explotó recientemente por las señales de restricciones en la oferta”, explicó Bergaglio. Los principales detonantes, relacionados a la producción, son las condiciones climáticas adversas para la cosecha de tres de los cuatro más grandes fabricantes mundiales del cultivo (Estados Unidos, China y Pakistán) y la difusión de la estrategia china que reservaría parte de sus stocks de fibra.
Impacto en el país
“Este nuevo escenario es muy positivo para la Argentina”, aseveró el titular de Pro Tejer. “Así como el aumento de los valores de los granos y de las oleaginosas implica un afluente de divisas que contribuye a alejar la restricción externa que históricamente limitó el crecimiento de nuestro país, las nuevas condiciones mundiales no sólo harán mucho más rentable el cultivo del algodón, sino que también estimularán un virtuoso proceso de desarrollo de la industria textil”, pronosticó Bergaglio.
El Presidente de Pro Tejer agregó que “el horizonte de previsibilidad de los altos rendimientos reposicionará al sector en la economía –su producción se revalorizará- e impulsará la concreción de más inversiones en toda la cadena de valor agro industrial, que puede abastecerse, a nivel local, de las apreciadas materias primas, tanto naturales como sintéticas (en el país opera la mayor planta y más moderna fábrica de fibra e hilado de poliéster de América del Sur)”.
Según las estimaciones de Pro Tejer, el aliento para la siembra permitirá trepar de las 450 mil hectáreas cultivadas este año a unas 700 mil en 2011, muy lejos del piso de 158 mil hectáreas explotadas en la temporada 2002-2003. De esta manera, se podrán rotar tierras que habían sido desplazadas por la producción de soja y lograr una producción de 320 mil toneladas de fibra, lo cual generará saldos exportables de este valioso insumo por más de 430 millones de dólares, dado que en el país se industrializan 180 mil toneladas.
“Frente a la escasez de insumos textiles, la incertidumbre actual y las dificultades generales en muchos mercados e industrias, se deberían potenciar los incentivos de los mayores precios relativos a través de dos canales. Por un lado, mediante el fortalecimiento de los programas de mejora de la calidad del algodón y de erradicación de su mayor plaga (el picudo algodonero), principales obstáculos de la manufactura interna. Por otro, diseñar políticas de promoción específicas para la industrialización del cultivo desde el hilado hasta la prenda terminada, como la difusión del acceso al crédito para las pymes y la formalización del trabajo en la confección”, propuso Bergaglio.
“Estas medidas –prosiguió el titular de Pro Tejer- retroalimentarán la generación de una gran riqueza con inclusión social, dadas las características estructurales de la cadena de valor en la Argentina”. Ella emplea a casi medio millón de personas en forma directa y su actividad se reparte en alrededor de 30 mil establecimientos fabriles, cuya basta mayoría son pequeños. “Este renovado canal productivo motorizará la actividad de las economías regionales, la generación de puestos trabajo y, por su atomización y dispersión territorial, operará con alta incidencia como fuente de distribución del ingreso”, señaló el empresario.
El funcionamiento de esta cadena, activa en todos sus eslabones, transforma internamente el insumo básico de un valor medio cercano a los 3.000 dólares por tonelada a valores de indumentaria con diseño y marca nacional, en promedio, de casi 40.000 dólares por tonelada. A esos precios, si el excedente que se podrá exportar el año que viene de fibra (140.000 toneladas) se procesara en el país, el potencial extra de ventas externas de ropa ascendería a los 5.600 millones de dólares, equivalentes al 30% de las exportaciones totales de manufacturas industriales de la Argentina de 2009.
“Es el momento de aprovechar las políticas comerciales aplicadas de preservación de la industria de los últimos años para avanzar con una estrategia ofensiva sobre este renovado y auspicioso escenario internacional. El desafío será capitalizar los incentivos externos a través de una sinergia mayor entre el sector público y el privado que resuelva los cuellos de botella sectoriales y expanda la producción y el empleo. Es nuestra oportunidad de potenciar el crecimiento de una cadena de valor con fuertes y claros beneficios para el desarrollo nacional”, concluyó Bergaglio.
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