viernes, 31 de julio de 2009

Ropa libre, limpia, linda

Se inauguró el Centro Demostrativo de Indumentaria (CDI). Esta planta modelo de confección de ropa está gestionada por el INTI y se construyó con el apoyo de la Corporación Buenos Aires Sur y el impulso de la Fundación La Alameda.


Fuente: INTI

Se trata de una planta textil preparada para la instalación de cooperativas de trabajadores costureros, desde donde se promueve trabajo con una remuneración justa y una jornada laboral de ocho horas, diferente al de los talleres clandestinos, los cuales no respetan normas de higiene y seguridad y mantienen a los trabajadores bajo un régimen de esclavitud. Este proyecto fue diseñado por el INTI, a través del Programa de Extensión, y contó con el apoyo y el impulso de la Fundación La Alameda, reconocida por sus denuncias a los talleres de costura clandestinos y por haber puesto en la agenda pública esta problemática que permanecía oculta. La planta, ubicada en la calle Melgar 46 del barrio porteño de Barracas, fue comprada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y reciclada con el apoyo financiero de la Corporación Buenos Aires Sur.

El Centro Demostrativo de Indumentaria es el resultado de un camino complejo, que comenzó con el incendio del taller clandestino de la calle Luis Viale en marzo de 2006, donde murieron seis personas. A partir de entonces comenzaron a clausurarse talleres clandestinos, pero como contracara de esta medida se perdieron fuentes de trabajo para los operarios textiles. En respuesta a este conflicto, la Fundación La Alameda promovió la creación de una planta que pudiera recibir a los trabajadores víctimas de estos talleres. En ese entonces, el gobierno porteño -a cargo de Jorge Telerman- compró el galpón, inició las obras de reciclado y le transfirió la gestión al INTI, en noviembre de 2007. El Instituto tomó a su cargo el desarrollo del proyecto que además contó con la colaboración del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, aportando maquinarias y capital de trabajo para los emprendimientos; y de los colectivos y organizaciones sociales que agrupan a los costureros.

Una planta modelo

El CDI está pensado para cederle espacios a emprendimientos conformados por costureros que en muchos de los casos han sido víctimas de la explotación y hasta del trabajo esclavo en talleres clandestinos. Con esta planta, el INTI se propone demostrar a los diferentes actores de la industria que es posible trabajar de otra forma a la que generalmente se trabaja, lo que implica tener un inmueble adaptado para este tipo de industrias con maquinarias de última tecnología, la habilitación municipal, todos los requisitos de higiene y seguridad y operarios capacitados.

La planta está ubicada en un galpón reciclado del barrio de Barracas. Tiene 1800 m2 y está dividida en nueve unidades de 80 m2 cada una, con capacidad para albergar un máximo de 15 trabajadores en cada una de ellas. Es decir, la planta tendrá capacidad para recibir un total de 135 operarios. Algunas de las máquinas que actualmente están en funcionamiento provienen de uno de los talleres esclavos allanados y clausurados por la Justicia hace unos meses atrás, en la calle Dean Funes de la Ciudad de Buenos Aires. Este fallo inédito de la Justicia, a cargo del Juez Federal Sergio Torres, procesó a un fabricante de nacionalidad coreana y le confiscó la maquinaria de un taller clandestino para entregarla a los trabajadores.

Es sabido que la diferencia entre la ganancia que se obtiene en el punto de confección y el punto de venta en los comercios es enorme. El gran desafío del CDI como centro modelo a ser replicado es lograr instalar una mejor distribución del valor dentro de la cadena de la industria textil. Para ello, el Instituto se propone fijar precios de referencia. Por ejemplo, en la actualidad, un tallerista puede llegar a pagarle a sus trabajadores 3 pesos por la confección de un jean, y en el caso de un taller clandestino los valores pueden llegar a descender a la mitad. A su vez, el CDI persigue definir parámetros que permitan desarrollar un modelo de producción y comercialización sustentable para los talleres Pymes de confección de la Ciudad de Buenos Aires. “Queremos demostrarle a las empresas de indumentaria que es posible trabajar respetando los derechos laborales y que eso va a tener menos costos para ellos. Primero porque toda la línea de producción está en un solo lugar, ahorrando así costo de logística, y porque la marca gana prestigio ya que puede certificar que sus prendas son confeccionadas sin el uso de trabajo esclavo”, señaló Hernán Zunini del Programa de Extensión del INTI y responsable de la supervisión del proyecto. Por su parte, José Luis González, profesional del INTI que trabaja junto a los costureros del CDI, agregó que “ya han venido numerosos clientes a conocer el Centro y ven como positivo y como un agregado de valor a su producción que ésta cumpla con los requisitos de seguridad laboral. Nosotros somos la punta del iceberg pero la idea es que esto se replique para cambiar al funcionamiento de la industria textil”.

Actualmente se encuentran trabajando en el CDI, la Cooperativa de Trabajo Cildañez Limitada, que está confeccionando muestras de pantalones y camperas de jean y reúne a 10 costureros con 10 y hasta 15 años de experiencia; y la Cooperativa P-Maco, que confecciona remeras, chombas y joggins de tejido de punto. Los trabajadores, ya lejos de los ritmos esclavizantes de los talleres clandestinos, cumplen con ocho horas de trabajo y sus ingresos se pagan como dividendos, tal como corresponde a las cooperativas.

De la opresión al reconocimiento

Juan Carlos Apalavino de Bolivia en el año 1998 con la promesa de encontrar en Argentina una mejora en su calidad de vida. Comenzó trabajando en un taller que confeccionaba paños para puloveres. Poco a poco, el dueño del taller comenzó a tener confianza en él y le enseñaba el funcionamiento de las máquinas que requerían ser programadas mediante un teclado computarizado escrito en coreano. Pero esa confianza se volvió opresiva: Juan Carlos sólo tenía oportunidad a una o dos explicaciones porque el “señor” Kim no tenía más paciencia. O aprendía anotando lo que podía en un cuaderno o recibía un golpe en la nuca. Por eso Carlos aprovechaba durante su extenso turno, que iba de 8 de la noche a 8 de la mañana, para detener las máquinas y corroborar así lo aprendido. Lo hacía en este horario en el que quedaba solo porque el dueño les tenía prohibido parar la producción.

Durante los más de diez años que trabajó allí aprendió dos palabras: “aiusi” y “yuma” que significan señor y señora, respectivamente. Así tenían que dirigirse los empleados del taller hacia el dueño y su esposa. También sufrió junto a sus compañeros el maltrato del encargado del taller, un “paisano” boliviano. En el año 2008 fueron confiscadas las máquinas por el Juez Torres y puestas en custodia al INTI. Carlos se sumó al proyecto del CDI y comenzó a trabajar en su puesta a punto. Finalmente se dio el gusto de desarrollar junto a Sabrina Navarro de INTI-Textiles, el manual en castellano para el uso de las máquinas, y actualmente fábrica paños para la confección de prendas tejidas que ya le han encargado algunos clientes. Ahora, la historia para Juan Carlos es otra.

Contacto: Hernán Zunini, hzunini@inti.gob.ar ; cdi@inti.gob.ar

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