viernes, 4 de diciembre de 2009

Carta abierta a ciertos industriales argentinos

Hace algo más de un año que el INTI inició un programa de prueba de desempeño de productos, con difusión pública de los resultados.


Por Enrique Martínez, presidente del INTI.

Hace algo más de un año que el INTI inició un programa de prueba de desempeño de productos, con difusión pública de los resultados. Esta tarea comienza con retraso en Argentina. En Brasil, hace varios años que el INMETRO, organismo oficial, realiza esa tarea y tiene incluso un programa de televisión de gran audiencia, donde informa sus conclusiones. En España, en Italia, por toda Europa, hay organismos privados o públicos que se ocupan. En Australia, hay una hoja Web oficial que informa precios y desempeños comparativos de enorme cantidad de productos.
Desde el comienzo, hemos examinado puré de tomates, papel higiénico, miel fraccionada, hamburguesas, calefactores, pañales, aguas de mesa. Está terminado y a punto de difundirse el informe sobre calzado para niños.

Estoy personalmente sorprendido y preocupado. Por eso estas reflexiones.
En el caso de los alimentos, existe normativa de calidad y de información al consumidor, definida y rigurosa, producida por más de un ámbito público.

Sin embargo, aún teniendo en cuenta que la mayoría de las empresas cumplen con las normas, se encontró en el mercado miel adulterada; hamburguesa con Escherichia coli o agua de mesa con tenores de arsénico superiores a los permitidos.

En los bienes no alimenticios, de manera consistente con el hecho que las normas de calidad definidas en el país por IRAM o de naturaleza internacional, suelen no ser obligatorias, los incumplimientos son legión.

En el caso de los calefactores hemos detectado condiciones eléctricas inseguras, errores de diseño que reducen la eficiencia, materiales que se deterioran de manera acelerada.
Para el papel higiénico, no existen ni siquiera normas aceptadas. A su vez, la mayoría de los pañales no cumplen con las normas IRAM. Los fabricantes líderes, sin embargo, argumentan que ellos tienen un sistema de normas propias, que sus pañales sí cumplen. O sea: quien produce, define la forma de controlar la calidad. Algo anda mal aquí.

Finalmente, nos enfrentamos a los zapatos para chicos. Examinamos 15 marcas, las de mayor presencia en los puntos de venta masiva. Hay zapatos con capellada de plástico que tienen ftalato en su composición, material prohibido por cancerígeno. Hay otros que tienen plantillas con arco, desaconsejado por los médicos hasta los 5 años. No se satisfacen las normas de desgaste de la suela, de resistencia a la torsión, de absorción de humedad en la plantilla interior y más y más incumplimientos.

Hemos llegado a la conclusión que la gran mayoría de los fabricantes lisa y llanamente ignora las normas internacionales de calidad o seguridad del calzado infantil y los que las conocen, no consideran necesario respetarlas.

Lo sorprendente en este caso, más que en todos los anteriores sectores, es que no parece que cueste más dinero hacer las cosas bien. Se trataría de cambiar los diseños y elegir mejor los materiales.

En tal caso, ¿por qué suceden estas cosas? Cuando alguien que quiere ganar dinero produciendo, va contra sus propios intereses económicos, ya que ningún mercado exigente aceptaría este calzado, cabe concluir que se ha perdido la brújula. Se ha roto la vinculación entre la producción de un bien y el sentido mismo de esa actividad, que no puede ser otra que satisfacer con calidad la necesidad de un consumidor. Si esto se cumple, se puede obtener una rentabilidad. Pero buscar esta última, sin atender al consumidor, es un despropósito, que no hay bajo precio o inversión publicitaria que lo pueda encubrir. Esta no es una verdad a demostrar. Es de Perogrullo. Sin embargo, hay industriales argentinos que lo han olvidado.

El INTI tiene aquí un gran problema. Porque ha decidido trabajar poniendo como objetivo superior el interés de la comunidad. Ese interés se atiende, en parte, procurándoles bienes a los ciudadanos. Los empresarios industriales son el medio para esa procura. Por lo tanto, resulta obvio que debemos acudir en su auxilio para no defraudar a los ciudadanos.

Sin embargo, ¿Cómo ayudar a quienes creen que las normas no deben ser respetadas y si no las creen correctas, ni siquiera trabajan para cambiarlas, sino que las ignoran? ¿Cómo arrancar la venda de los ojos a quienes creen que la búsqueda del beneficio inmediato es el fin superior y no asocian la satisfacción del consumidor con su propio bienestar?

Hay componentes de una categoría social clave para el país – los empresarios industriales – que se han dejado llevar hacia un escenario que pone a la ganancia en un altar, pero luego deja a cada uno que construya el modo de llegar al ídolo. Nos gustaría ayudarlos, de a uno, por sectores industriales, o con debates públicos del máximo nivel, el camino que sea conveniente y posible, a que adviertan que el único modo sustentable y legítimo de acceder a una merecida ganancia es respetar al consumidor. Y trabajar juntos para lograrlo.

Consultas: consultas@inti.gob.ar

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