viernes, 14 de enero de 2011

La moda necesita una política de estado

Benito Fernández, diseñador Nac & Pop: Cambió las pasarelas de Nueva York por las de Mar del Plata y asegura que "es la gente la que hace la ropa de tendencia". El sueño de la revolución industrial fashion.

Fuente: Veintitrés

En septiembre, el diseñador Benito Fernández cumplirá 25 años con la moda. En ese cuarto de siglo, su carrera transitó por diferentes estilos y tendencias. Tuvo momentos de gloria, recorriendo las pasarelas más importantes del mundo, y de bancarrota comercial, como en 2001, cuando se fundió y tuvo que emigrar a Barcelona para comenzar de cero. "Si algo hice en todo este tiempo es trabajar, días y días y muchísimas horas, como en cualquier otra profesión", explica Benito, bajo el cielo de una Mar del Plata encapotada.

Poco afecto a la rutina, en los últimos años el diseñador preferido por personalidades como la princesa de Holanda, Máxima Zorreguieta, experimentó otro cambio. Uno que trasciende lo que se ve en los desfiles. "Es un cambio de cabeza", sintetiza.

De dedicarse de lleno a la alta costura y a los vestidos para novias y madrinas famosas, Benito incorporó una mirada social a su trabajo, al punto que hoy se enoja con la frivolidad de lo meramente fashion y pide que la Argentina aproveche su potencial creativo para hacer de la moda una industria.

Desde las ventosas pasarelas de Mar del Plata, donde presentó junto al estilista Sergio Lamensa una colección de verano exclusiva para la marca Sedal, el diseñador habló con Veintitrés sobre su nueva filosofía laboral.

–¿A qué responde este cambio de perspectiva?

–A un cambio de cabeza. Yo vengo de la alta costura pero me parece que hoy eso está muy lejos de un montón de cosas. Hasta los ’80 la tendencia fue la alta costura, después vino el prêt-à-porter, con pasarelas como las de Nueva York, Cibeles y San Pablo, y creo que ahora la moda tiene que ver más con lo social. Por eso existen los "cool hunters". Hoy es la gente la que hace la ropa de tendencia.

–Imagino que esta concepción afecta a todo tu trabajo.

–Claro. Hoy me gusta ver lo que hago desde otro lugar, desde todo lo que tenga que ver con el movimiento social, y también como a una industria. Hasta ahora, en la Argentina siempre se entendió la moda como algo de color, que se agotaba en el modelo fashion, la modelo conocida y el vestido lindo. Pero hay que ver a la moda como una industria, porque la industria da fuentes de trabajo y el trabajo da dignidad a la gente. A eso quiero llegar.

–¿Y cómo ves hoy ese proceso en el país?

–La verdad que es algo muy contradictorio. Es increíble la cantidad de diseñadores que tenemos, pero me parece que todavía no tenemos una industria. Recién en estos últimos años se está apoyando un poco más desde el gobierno, se están haciendo cosas en conjunto. Pero todavía nos falta una estrategia a veinte años. Es una lástima, porque hoy el valor agregado que da el diseño es muy importante y nosotros lo tenemos. Hasta ahora, la cosa queda en logros personales, como que yo vista a Máxima Zorreguieta y ella salga con un vestido mío en el casamiento del príncipe Nicolás de Grecia, o que mi ropa esté presente en el Fashion Week de Nueva York o de Chicago. Falta que eso, aparte de sumarle a mi ego y al de mi familia, le sume a una industria.

–¿Qué iniciativas se están haciendo con apoyo del Estado?

–Por ejemplo, la Cancillería organizó que fuéramos al Fashion Week de Nueva York. Hay un montón de cosas que se están haciendo, aunque todo es muy reciente. Me parece que es un buen comienzo, pero no quiero ser exitista. Hay que apostar a largo plazo. La moda necesita una política de Estado. Un buen ejemplo es la modelo Gisele Bündchen: el gobierno de Brasil la apoyó y atrás vino el privado, y a los seis meses Gisele estaba trabajando para las ojotas Havaianas con un contrato millonario. Hoy, a las modelos brasileñas las quieren en todos lados, pero eso es resultado de un ciclo. Dolores Barreiro conoció el Fashion Week de Nueva York conmigo, a los 30 y pico de años, con tres hijos. Es una chica que debería haber salido a los 18, con el respaldo del gobierno, porque aunque suene frívolo, la de las modelos es una industria que activa a otras, como por ejemplo la textil.

–Se nota que es un tema que te apasiona…

–Es que me da bronca cuando se ve a la moda como si fuera nada más que lo fashion. Es una industria que debe estar entre las siete u ocho más importantes del mundo. Y nosotros tenemos el valor agregado del diseño. Si vamos a Palermo Hollywood y agarramos al azar a 15 diseñadores, quedan bien parados en cualquier desfile del mundo, eso te lo firmo. A veces pienso que tengo la desgracia de que los diseñadores estamos pegados a una imagen y una frivolidad que no es lo que me gusta de la moda.

–¿Esto que te pasa, lo ves en tus colegas?

–No, creo que me pasa a mí. Ojo, no lo digo desde el ego ni peyorativamente. Yo me animé al cambio y hay gente que no se anima. Es una decisión personal, no quiero quedarme atado. Sin menospreciar a nadie, no quiero ir a tomar el té a un hotel de Barrio Norte o ir al Colón a la noche, sin entender lo que estoy escuchando. Quiero hacer cosas que se relacionen con lo que está pasando, con lo que les pasa a mis hijos, con lo que me pasa a mí.

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